jueves, 25 de septiembre de 2008

* De las condiciones de posibilidad de la ciencia: rumiando a Kant

A falta de leer el último apartado de La crítica de la razón pura (Teoría trascendental del método), me he atrevido a escribir el siguiente texto en el que resumo/interpreto la concepción que sobre el conocimiento tiene Kant, de cara a desvelar lo que considero una de las perversiones de su pensamiento, por contrario al mismo: el deísmo.
Empecé a leer el libro porque llevo tiempo intentando saber en qué consiste eso que llamamos racionalidad, fundamentalmente para entender/someter-a-crítica a Weber.
La hermenéutica que he aplicado es sólo relativa al propio texto, no trato pues de explicar sus ideas a través del contexto, sino más bien testar una de sus ideas –la que pone base a la posibilidad de conciliar la realidad (en sí) y el sujeto conoscente. Se trataría, más bien, de una hermenéutica de la modernidad, a través de la obra. No se trata de un análisis acabado, es más bien un ejercicio que hago para ir viendo las posibilidades-perversiones del texto. Es un rumiar del texto. He sacrificado la terminología de Kant a fin de hacer más comprensible, más interpretación, pero la he respetado en lo que tiene de fundamental.
Me he ceñido básicamente a la explicación de la causalidad, como tarea científica, que encierra las conclusiones y perversiones de Kant.
La primera parte es una exposición de su método y conclusiones, mientras que la segunda es una crítica a partir de sus contradicciones. Para ese rumiar colectivo, creo que vendría bien que expusierais dudas a lo que el propio Kant dice, a lo que doy por sentado, con todo el escepticismo que se os antoje. Yo trataré de responder desde el texto, creo que sería un ejercicio pedagógico interesante, mayéutica diría Sócrates. Os invito, pues, a que apliquemos ese método al texto. En cualquier caso teneis a vuestra disposición las trasncripciones que he utilizado en Gestio Scire Autores.


ESTÉTICA TRASCENDENTAL: TIEMPO Y ESPACIO

Tanto el tiempo[1] como el espacio[2] son a prioris, que no pueden hallarse en la experiencia. En tanto que son elementos que permiten ordenar los objetos exteriores (v. r.) son previos a los propios objetos, en el sentido subjetivo. Son modos de representación de uno mismo (yo), respecto a los objetos. En tanto que los objetos percibidos, lo son a través de estos parámetros de ordenación a priori (espacio y tiempo), con lo que no se puede sostener correspondencia entre la realidad del objeto (en sí) y el fenómeno.
El fenómeno es un “objeto indeterminado de una intuición empírica”[3], con lo cual, en él se hayan imbricados a prioris y elementos empíricos (a posteriori). Para distinguir los fenómenos de la realidad en sí, Kant se vale del concepto noumeno.[4] He de advertir que, al contrario de lo que pensaba después de leer muchas contraportadas, el noumeno no es directamente asimilable al mundo de las ideas de Platón. Sirva esto como ejemplo:
“El concepto de un nóumeno es, pues, simplemente un concepto limitativo que
tiene por objeto restringir las pretensiones de la sensibilidad y que, por
consiguiente, no sino de un uso negativo.”[5]

Partiendo de aquí podríamos hacer una lectura materialista de estas ideas. Bien que el origen de esta estética trascendental, esté mediatiza por la cultura o por la estructura cerebral, con lo que hablaríamos de una estética material. En cualquier caso, tanto desde Chomsky y la gramática universal, como desde Freud y la distinción entre un Ego y un alter, parece que nos seguiríamos moviendo en atribuciones que los sujetos hacemos a las cosas, y no a cosas en sí. Creo que la física cuántica tampoco sobrepasaría estos parámetros (por lo poco que sé).

ENTENDIMIENTO, SENSIBILIDAD Y JUICIO
El conocimiento sensitivo de la realidad se realiza a partir de la intuición, que tiene como base la idealidad trascendental del tiempo y del espacio. Habría una analogía entre la sensibilidad, a través de la intuición, y los conceptos; y el entendimiento, a través del discurso (razonamiento), y las categorías.[6]
Es decir,

- que si la experiencia sólo es posible a partir de una serie de a prioris, el entendimiento –que tiene como base o bien la experiencia o los conceptos (puros)-, es posible a partir de una serie de a prioris:

“hay, pues, conceptos de objetos en general que sirven de fundamento a todo conocimiento experimental en calidad de condiciones a priori; por consiguiente, el valor objetivo de las categorías como conceptos a priori reposa sobre esto, que sólo ellas hacen posible la experiencia (en cuanto a la forma del pensamiento). En efecto, entonces se refieren necesariamente y a priori a objetos de la experiencia, puesto que es tan sólo por ellas, en general, como puede ser pensado un objeto de la experiencia.”[7]

- si el entendimiento se basa en la función* (“unidad del acto que ordena diversas representaciones bajo una representación común”[8]), se basan en las reglas lógicas ajenas a las cosas en sí (noumeno):

“la relación con un objeto trascendental, es decir, la realidad objetiva de
nuestro conocimiento empírico, reposará sobre esta ley trascendental que todos
los fenómenos, en tanto que por ellos deben sernos dados los objetos, deben
estar sometidos a reglas a priori de su unidad sintética, únicas capaces de
hacer posible su relación en la intuición empírica, es decir, que deben estar
sometidos en la experiencia a las condiciones de la unidad necesaria de la
apercepción, o sea, del mismo modo que en la simple intuición lo están a las
condiciones formales del espacio y del tiempo, y que incluso todo conocimiento
no es primeramente posible sino con esta doble condición.”[9]


- el entendimiento es fruto de someter los objetos sentidos a la imaginación (SENSIBILIDAD >> IMAGINACIÓN >> ENTENDIMIENTO)[10]
- las reglas del conocimiento vienen marcadas por los a prioris que lo posibilitan, es decir, esas reglas se dan a priori

“la unidad de la síntesis de lo diverso, fuera de nosostros o en nosotros, y,
por consiguiente, también una trabazón a la cual todo cuanto debe ser
representado como determinado en el espacio o en el tiempo debe estar conforme,
es ella misma dada a priori como condición de la síntesis de la aprehensión, con
(y no en) estas intuiciones. (…) Por consiguiente, toda síntesis, que hace
posible la percepción misma, está sometida a las categorías, y, como la
experiencia es un conocimiento mediante percepciones ligadas, las categorías son
las condiciones de la posibilidad de la experiencia y son, pues, valederas
también a priori para todos los objetos de la experiencia.”[11]


- si las reglas que hayamos a través de este proceso son relativas al sujeto cognoscente en interacción con los fenómenos (que están parcialmente formados por el propio sujeto), concluimos lo siguiente:

“Si se define el entendimiento, en general, como el poder de las reglas, el
juicio será el poder de subsumir a favor reglas, es decir, decidir si una cosa
está o no está sometida a una regla dada”[12]


El razonamiento creo que no tiene pegas, pero con el papa hemos topado: subsunción.

ECONOMÍA Y ENTENDIMIENTO
El principio explicativo del que partiré será la causalidad, para ver en qué se sustenta el entendimiento. Sobre la causalidad:[13]

“No diré, pues, que dos estados se siguen en el fenómeno, sino tan sólo que una
aprehensión sigue a otra, lo que es simplemente algo subjetivo que no determina
ningún objeto, lo que, por consiguiente, no puede en modo alguno pasar por un
conocimiento de un objeto cualquiera (ni siquiera en el fenómeno)”


La condición de posibilidad de la experiencia se funda en la analogía:[14]

“…la relación de los fenómenos (…) relación según la cual lo subsiguiente (lo
que sucede) es determinado en el tiempo, en cuanto a su existencia, por algún
antecedente, y ello necesariamente, según una regla, por consiguiente, la
relación de la causa al efecto, es la condición del valor objetivo de nuestros
juicios empíricos, relativamente a la serie de percepciones, y, por
consiguiente, a su verdad empírica y consecuentemente a la experiencia. El
principio de la relación de causalidad en la sucesión de los fenómenos tiene,
pues, también un valor anterior a todos los objetos de la experiencia (bajo la
condición de la sucesión), puesto que es él mismo el principio de la posibilidad
de la experiencia.”

Para la realización de tal analogía, se supone un elemento permanente en la sucesión de las cosas, a saber: una sustancia[15] sobre la cual podemos decir que ha tenido cambios: una unidad sintética de los fenómenos.
Pero si el entendimiento se funda en la analogía, y no en la realidad, cabe volver al objetivo de la obra: conocer “una determinación exacta de los límites de la razón de acuerdo con principios ciertos, determinación que le asigna la más perfecta certeza su nihil ulterius a las columnas de Hércules sentadas por la Naturaleza misma”[16] De lo que se trata, en última instancia, es de economizar el conocimiento: [17]

“esto es un proceso simplemente económico que emplea razón para evitarse
trabajo, tanto cuanto la es posible, y un ensayo hipotético que, cuando tiene
éxito, da, precisamente a causa de esta unidad, verosimilitud al principio de
explicación propuesto”

Pero, al de nada se suceden de la analogía unos principios rectores que de los que deben partirse, cuya realidad no puede razonarse ni verificarse, pero sin los cuales la analogía sería imposible. Comienzan los hacer “como si”, “cual si” que sustentan la condición de posibilidad de una lógica sobre las cosas.[18]
Empleando también la analogía, y en este sentido cabe reconocer hasta qué punto es difícil salirse de Kant, podemos relacionar el intercambio económico al conocimiento, tal y como Kant lo concibe. No se nos puede escapar la noción “subsunción” que ha empleado para definir el entendimiento, tampoco el uso que Marx ha hecho de este término de cara a describir la sociedad capitalista. Pues bien, podríamos decir que lo que al intercambio económico (mercantil) es el dinero, al conocimiento es el alma, la afinidad entre realidad percibida y realidad en sí y el Ser supremo. Me explico, después de vincular esta analogía al método que Kant utiliza.

CRITICA
Kant opone la objeción crítica a la dogmática a la crítica. La primera opondría una proposición a otra, en función de la prueba-argumento. Mientras que la crítica, indagaría en la fundamentación que sostiene una proposición para derribarla.[19] Esto conecta bastante con el ejercicio que Kant hace en la obra:
- se trataría de un conjunto de juicios analíticos, con lo cual va desgranando una a una las fundamentaciones discursivas de las proposiciones que expone; no prueba, pues, la verdad de una proposición a través de la prueba, sino a través de la proposición en sí (en el sentido estricto, podríamos decir, sería la única cosa en sí a la que tenemos acceso)
- la noción de noumeno va, precisamente, orientada a afirmar la distancia crítica que hay entre el conocimiento y la realidad (precisamente para definir las columnas de Hércules que el conocimiento no puede traspasar)
Partiendo de esta perspectiva crítica –muy interesante a mi juicio, por ejemplo, frente a la de la Teoría Crítica-, veámos en que se sustenta esa economía del conocimiento. Decir que el propio Kant la expone, pero cayendo en la objeción dogmática.

Alma
Para poder establecer el principio de causalidad, debe haber una mínima continuidad entre el yo que está observando el fenómeno en un momento dado, y el que lo observa en el momento posterior. No sólo en el momento de observación, sino también en el del pensamiento, es decir, el yo es la base que constituye la unidad de la multiplicidad de fenómenos. La condición de posibilidad de la existencia de la costrucción causal es el alma, el yo. Consciente de ello, Kant lo admite:

“uniremos al hilo conductor de la experiencia interna todos los fenómenos, todos
los actos y toda la receptividad de nuestra alma, como si fuese una sustancia
simple, subsistiendo (al menos en la vida) con identidad personal, mientras que
sus estados, de los cuales los del cuerpo no forman parte sino en calidad de
condiciones exteriores, cambian continuamente”[20]



Acuerdo representación-realidad
Afirma que para que el conocimiento tenga lugar, debe existir cierta unidad entre las representaciones particulares y el fenómeno representado[21], es decir, que para el establecimiento de tipologías sería indispensable la unidad conceptual entre sí (criterio), y la diferencia (magnitud). Pero a esto no habría más que oponerle la famosa clasificación que Borges supuestamente encontró en algún texto de la Antigua China, a saber:

“En sus remotas páginas está escrito que los animales se dividen en (a)
pertenecientes al Emperador, (b) embalsamados, (c) amaestrados, (d) lechones,
(e) sirenas, (f) fabulosos, (g) perros sueltos, (h) incluidos en esta
clasificación, (i) que se agitan como locos, (j) innumerables, (k) dibujados con
un pincel finísimo de pelo de camello, (l) etcétera, (m) que acaban de romper el
jarrón, (n) que de lejos parecen moscas”[22]


A la clasificación que la biología hace de los animales, se le podría oponer dogmáticamente ésta, ambas tienen su principio de posibilidad en el acuerdo entre la representación y la realidad. Por tanto, si ponemos a debate cuál de ambas está en lo cierto, estaríamos inmersos en un debate dogmático, ajeno por tanto en delimitar las condiciones de posibilidad de la razón, tarea eminentemente crítica.
Pero Kant toma como principio de posibilidad de este acuerdo, no debido a la un juicio analítico, sino en base a los requerimientos de la propia ciencia (de la Modernidad, de la religión):

“El principio lógico de los géneros supone (…) en la diversidad de una
experiencia posible, se debería necesariamente suponer la homogeneidad (bien que
no pudiésemos determinar en el grado a priori), puesto que, sin ella, no habría
ya conceptos empíricos, ni, por consiguiente, experiencia posible.”[23]



Existencia del Ser supremo

Para poder hallar reglas sobre el funcionamiento del universo, las reglas deben preexistir. El establecimiento de toda causalidad debe tener por supuesto el condicionamiento de la anterior, es decir, para que un fenómeno explique causalmente otro ese fenómeno debe, ontológicamente, estar relacionado con una anterior. Así, sucesivamente, debemos tener una Causa suprema, un principio constituyente, sin el cual no podemos obtener causa ninguna. Es decir:[24]

“Concebiré, pues, por analogía con las realidades del Mundo, alas sustancias, a
la causalidad y a la necesidad, un ser que posee todo ello en la perfección
suprema, y, como esta idea reposa simplemente en mi razón, podré concebir a este
ser como una razón independiente que, por medio de ideas de armonía y de unidad
supremas, sea causa del Universo.”


O, en otro orden de cosas, para poder concebir la existencia de un universo cognoscible a través de nuestra razón, debe ser constituido por un ser con esa misma capacidad de razón. Precisamente, el ser que nos ha otorgado la razón, el Ser supremo. Claro, que esta posición la negocia consigo mismo:[25]

“en esta representación en idea de un creador supremo, tomada como fundamento,
es claro también que no es la existencia y el conocimiento de tal ser, sino tan
sólo su idea lo que sirve de fundamento, y que, por consiguiente, no derivo
propiamente nada de este ser, sino simplemente la idea de este ser, es decir, de
la naturaleza de las cosas del Mundo consideradas según tal idea.”

En este caso, es el requerimiento de la ciencia, y no el del método que ha de sentar las condiciones de su posibilidad –la crítica-, el que lleva a Kant a este razonamiento.

Si bien estas ideas deben estar fundadas en el como si, en la analogía, necesitan de toda esta metafísica basada en los requerimientos de su contexto histórico, y no de la verdad, por tanto. Los como si en que se basa el conocimiento son dogmáticas y no críticas.
Para poder crear la posibilidad del dominio sobre las cosas, crea el dominio absoluto: el Ser supremo. Así, el conocimiento constituye la autoridad del científico, en tanto que éste se halla en posesión de la verdad que el Dios inventado le ha otorgado. Creo que estaría conectado con la voluntad de verdad de Foucault, es decir, la voluntad de decir verdad sobre las cosas nos lleva a crear a Dios, todo esto con las preversiones que Horkheimer y Adorno señalan en la Dialéctica de la Ilustración.
Pero a Horkheimer y Adorno cabría señalarles que desde esta perspectiva no podría salvarse la distinción entre racionalidad instrumental y global (con arreglo a valores, comoquiera que la llamemos), ya que ambas blindan al autor con la autoridad al ponerle en comunicación directa con Dios.
Así el principio de economía del conocimiento, hace cercenar la vida, en los términos de Simmel. Os invito a ver un sketch de Monty Python que conecta con esta idea: si los filósofos hicieran filosofía no podrían jugar a fútbol. (Y con este vídeo, lo dejo abierto: http://www.youtube.com/watch?v=i8ov2oNbkvo)

NOTAS

KANT. Crítica de la razón pura. Tomos I y II. Clásicos Bergua. 1970 (distingo los tomos antes de la página)
[1] I, Pág. 239: “La idealidad trascendental del tiempo es, pues, tal que si se hace abstracción de las condiciones subjetivas de la intuición sensible, el tiempo no es nada y no puede ser atribuido a los objetos en sí, ni en calidad de sustancia, ni en calidad de accidente” Más en GSA
[2] I, Pág. 227-228: “El espacio no es un concepto empírico que haya sido sacado de experiencias externas. En efecto, para que ciertas sensaciones puedan ser referidas a algo exterior a mí (es decir algo situado en otro lugar del espacio que aquél, en cual me encuentro), e incluso, para que yo pueda representarme las cosas como fuera [y al lado] unas de otras –por consiguiente, como siendo no tan sólo distintas, sino colocadas en lugares diferentes—es preciso que la representación del espacio sea dada ya como fundamento.” Más en GSA
[3]
I, Pág. 223.
[4] I, Pág. 454
* Igual hay mucho salto, pero no sabría exponerlo de otra manera. De lo que se trata aquí es de que las categorías se basan en la medición en función de un elemento (o varios) común(es), ése es el sentido que Kant da a la “función”. (Bien pensado, tampoco se aleja demasiado del de la biología o el funcionalismo)
[5] I, Pág. 462
[6] I, Págs. 254-255, 269
[7] I, Pág. 292
[8] I, Pág. 269
[9] I, Pág. 320
[10] I, Pág. 342
[11] I, Pág. 339-340 (subtexto)
[12] I, Pág. 353
[13] I, Pág. 406
[14] I, Pág. 411. Además: Pág. 392. “Una analogía de la experiencia no será, pues, sino una regla según la cual la unidad de la experiencia (no la percepción misma, en tanto que intuición empírica en general) debe resultar de las percepciones, y se aplicará a los objetos (a los fenómenos) no como un principio constitutivo, sino simplemente como un principio regulador.”
[15] Pág. 413
[16] II, Págs. 99-100
[17] II. Pág. 294. Asimismo: Págs. 15-16: se trata de dilucidar del uso de la razón pura “una ley subjetiva de la economía de las riquezas de nuestro entendimiento, la cual tiende a traer, mediante la comparación, el uso general de los conceptos del entendimiento al más pequeño número posible, sin que por ello se esté autorizado a exigir de los objetos mismos una unidad tan favorable a la comodidad y a la extensión de nuestro entendimiento y al mismo tiempo a conceder a esta máxima un valor objetivo.”
[18] A partir de la página 308 del Segundo Tomo, estas expresiones se repiten constantemente.
[19] II Pág. 92-93.
[20] II, Pág. 308
[21] I, Pág. 301
[22] http://tumbo.wordpress.com/2006/08/24/la-ontologia-segun-borges/
[23] II, Pág. 295
[24] II, Pág. 313
[25] II, Pág. 329-330

jueves, 11 de septiembre de 2008

* Lo que vale un Nobel



Hoy se cumple el trigesimoquinto aniversario de uno de los atentados más funestos que tuvo que soportar latinoamérica en su ya funesto siglo XX.


Treintaicinco años atrás ardió la moneda por el fuego de los tanques y la mortífera lluvia de la aviación insurrecta.
Todo terminó con un estallido sordo, uno entre tantos otros de ese día. Pero ese estallido no provenía de la armada insurrecta, no. Al presidente Allende le fue arrebatado lo que le correspondía por derecho, pero él arrebató a los insurgentes su captura, el más preciado objetivo del general asesino que comandaba esa tropa de traidores.
Varios miles de kilómetros al norte, el secretario de estado de los EEUU se acostaba horas después con la gratificante sensación del deber cumplido. 1973 fue un buen año para Henry Kissinger. En enero de ese mismo año firmo junto a Le Duc Toh los acuerdos de París que pondrían fin a aquella condenada guerra que ponía en entre dicho el poderío de su "gloriosa" nación. En junio frustró la creación de un gobierno de izquierdas en Uruguay mediante un golpe militar, y aquel 11 de septiembre se marcaba otro tanto en Chile. Henry Kissinger se ganó a pulso su sueldo, y ya de paso, el nobel de la paz.
No importaba que fuese a medias con Le Duc Toh, ni que no se lo mereciese, ni que el "imbecil" de Le Duc Toh renunciase al mismo porque, al igual que él sabía que no se lo merecía.
El 11 de septiembre de 1973, hace trentaicinco años Kissinger se fue a la cama con la reconfortane sensación del deber cumplido. Allende, miles de kilómetros más al sur, se adentró en el sueño eterno, sin posibilidad de terminar de cumplir su deber constitucional, sin recibir premio u honor alguno por su incansable labor de gobierno.
Kissinger bien sabía lo que valía un Nobel, Allende bien que se lo merecía.